AÑO: 2010
DURACIÓN: 125 min.
PAÍS: USA
DIRECTOR: Joseph Kosinski
GUIÓN: Adam Horowitz, Richard Jefferies, Edward Kitsis, Brian Klugman, Steven Lisberger, Lee Sternthal
MÚSICA: Daft Punk
FOTOGRAFÍA: Claudio Miranda
REPARTO: Jeff Bridges, Olivia Wilde, Michael Sheen, Garrett Hedlund, James Frain, Bruce Boxleitner
PRODUCTORA: Walt Disney Pictures
GÉNERO: Ciencia ficción. Acción
El castillo de Disney, construido a base de lineas luminosas, da paso a una maya a través de la cual estos rayos avanzan delineando una ciudad, acompañados de música electrónica, mientras la voz de Jeff Bridges nos introduce en una suerte de utopía tecnológica. Esa es la primera imagen de TRON: Legacy, la que da paso al cartel que anuncia el titulo. Eso es TRON: Legacy: un mundo de luz, música electrónica y una utopía tecnológica.
TRON: Legacy es la extremadamente tardía secuela de la película de culto TRON (1982), donde se narraba la historia de un hacker, Kevin Flynn, que quedaba atrapado en el interior de un programa informático. Aquella película imaginaba los entornos informáticos de una manera revolucionaria, con la que aun se fantasea a día de hoy, y que en cierta manera no está tan lejos de alcanzarse. TRON: Legacy narra la historia de Sam Flynn, hijo del protagonista de la primera parte, después de que su padre desaparezca en misteriosas circunstancias cuando estaba a punto de anunciar algo revolucionario.
La historia de esta TRON es un cuento bastante sencillo, por momentos un pretexto para mostrar su espectacular diseño artístico, pero es también un vehículo para transmitir ciertas ideas — unas veces de maneras más obvias que otras, unas veces de formas más directas que otras — acerca de Internet, de la transmisión de la información, de la humanidad y del mundo. Aunque en gran parte TRON sea una película de estética, tecnología y música, también es una película acerca de utopías, de sueños y de personas.
TRON es una historia sobre la ruptura de la frontera digital, pero no solo es eso. TRON es una historia sobre un padre que perdió a su hijo, sobre un hombre cuya ceguera condenó a todo un mundo. Y sobre como nos estamos olvidando del nuestro. A través de dos de sus personajes y, sobre todo, de dos de sus actores, consigue colocarse en un nivel superior al que le corresponde.
Jeff Bridges, en una especie de Obi Wan "El Nota", engloba sobre si mismo absolutamente todo el conflicto de la película. Él es el alfa y el omega de la historia, héroe y villano, desencadenante y redentor. No es su película, es la de Garrett Hedlund, pero Jeff Bridges es el drama de la película.
Y si hay que atribuirle el drama al bueno de Jeff, la magia también tiene nombre y apellido: Olivia Wilde. Ella, a través de un ingenuo personaje, da un aire especial a cada escena en que aparece. Ella, a través de su mirada y su sonrisa, consigue darle un aire especial a cada momento que ocupa en la pantalla. No le pierdan ojo cuando esté, porque es sencillamente espectacular.
No se trata solo de carisma personal, sino de lo que le da a la historia. Ella nos recuerda esa inocencia que todos llevamos dentro y que al crecer cometemos el error de sepultar, la capacidad de sorprendernos y maravillarnos ante lo que el mundo nos ofrece (el link va con SPOILER). Y aparte de eso, sin querer quitarle importancia por dejarlo para el final, está jodidamente buena.
Por desgracia no todo es bueno. La historia es bastante previsible y demasiado deudora de Star Wars, su personaje protagonista no está a la altura de los que le rodean, lo mismo que el actor que lo interpreta — y si se ve doblada es peor —, y en algunos momentos le falta garra. Pero esto no quita que sea una película que merece ser vista por un buen puñado de razones.
TRON: Legacy es una entretenida aventura a la que su diseño artístico, su música y dos de sus actores elevan. TRON: Legacy es luz, es tecnología, es Daft Punk. Pero sobre todo es Jeff Bridges y Olivia Wilde.
Todaaa la razón. Jodidamente buena.
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